En el anterior artículo habíamos hablado sobre los primeros días de la guerra y cómo quedó la relación de fuerzas tras los mismos. Hoy vamos a avanzar un poco más. Vamos a hablar de cómo se desarrolla la lucha por el Estrecho y por el Cantábrico. Marginaré, aunque no eludiré, la guerra en el Mediterráneo, para tratar de lograr una mejor explicación de cómo la guerra naval afecta a la guerra en tierra.
Decíamos en el artículo anterior que la relación de fuerzas favorecía en teoría a la República, pero en la guerra naval no sólo importan los barcos. En la lucha por el Estrecho los nacionales contaban con una ventaja considerable: bases en el mismo Estrecho. Los republicanos, descartadas Tánger y Gibraltar, carecían de bases en el Estrecho, y las más cercanas eran Málaga (base secundaria) y Cartagena. En esa situación la flota republicana tuvo que realizar un gran esfuerzo para lograr imponer el bloqueo al territorio nacional, obligando a Franco a establecer un puente aéreo para el traslado de sus tropas a Andalucía. El día 5 de agosto, sin embargo, Franco pudo organizar un convoy naval que, apoyado por la aviación ítalo-alemana y ante la ausencia de aviación republicana, logró su propósito de cruzar el Estrecho. Quedó abierta ya la posibilidad de trasladar tropas a la Península, dando una neta superioridad al Ejército sublevado. Los republicanos, conscientes de ello, siguieron intentando mantener el bloqueo y bombardearon posiciones, pero las dificultades ya enumeradas y la actitud de algunos gobiernos extranjeros impidieron que este bloqueo pudiera ser efectivo.
En estos mismos días empezó la actividad naval de los nacionales en el Cantábrico, ante la ausencia de barcos republicanos. Desde el 23 de julio los nacionales contaban con el crucero Almirante Cervera, el acorazado España, el destructor Velasco y una flotilla de bous para controlar el Cantábrico y apoyar la ofensiva sobre San Sebastián (que cae el 13 de septiembre). El Gobierno de Madrid envió inicialmente una flotilla de submarinos y, a finales de septiembre, al grueso de la flota republicana a detener la ofensiva sublevada. Este último envío coincidió con la botadura del Canarias y su envío al Estrecho acompañado del Cervera. Al llegar al Mediterráneo el Canarias se impondría al Almirante Ferrándiz en la Batalla del Cabo Espartel, dejando claro que los sublevados eran ya los dueños del Estrecho. La República, tratando de evitar que esto fuera permanente, ordenó a su flota que regresara a Cartagena (estabilizado ya el frente de Guipuzcoa, que deja el mapa de España así). Pasarían el Estrecho el día 17 de octubre, pero no lograrían reemprender el bloqueo (los nacionales habían artillado muy eficientemente la costa) ni detener la actividad del Canarias, un buque que era demasiado rápido para la flota gubernamental. De aquí en adelante, la flota republicana limitaría su actividad prácticamente a asegurar su tráfico comercial.
El 28 de diciembre se botó el crucero Baleares, de la misma serie que el Canarias y que, por tanto, mejoraba la situación de los nacionales de forma clara. En enero de 1937 los nacionales decidieron reunir la potencia de fuego de sus cruceros en el Estrecho, para ayudar en la campaña de conquista de Málaga. La flota republicana no hizo acto de presencia, únicamente el guardacostas que había en el puerto, centrada como estaba en proteger sus mercantes, con lo que la ciudad caería el 8 de febrero. La República perdía una base que, si bien secundaria, era fundamental para la lucha para el Estrecho (para apreciarlo mejor, os aconsejo mirar este otro mapa).
Volviendo al Cantábrico, los republicanos disponían allí del José Luis Díez, del Císcar, de la flotilla de submarinos (cuatro) y de la flotilla de bous y bacaladeros organizada por el Gobierno de Euzkadi. Eso fue suficiente para salvar al tráfico republicano, pero cuando se trató de detener el tráfico nacional, compuesto esencialmente de buques alemanes, se encontraron serios obstáculos. Es más, en marzo llegó al Cantábrico el Canarias que, junto al resto de la Flota Nacional, puso contra las cuerdas a los republicanos, dificultando la llegada de suministros, incluido el material bélico, durante toda la Campaña del Norte. Y lo hicieron a pesar del hundimiento del acorazado España (30 de abril) y de la protección brindada por el Comité de No Intervención a los mercantes de carga “inocente”. El 19 de junio caía Bilbao, el más importante puerto republicano en el área y base de su comercio. De aquí al final de la campaña del Norte la República sufriría la pérdida de su flota cantábrica, bien por hundimiento o bien por necesidad de reparaciones (en puertos ingleses o franceses). Como podéis ver aquí, no sólo los nacionales ganaban una amplia franja de terreno, sino que simplificaban sus posiciones.
En todo este tiempo, la situación del Mediterráneo es cambiante. En un primer momento la Generalitat de Catalunya organizó la conquista de Mallorca, pero por el apoyo italiano y la falta de interés de Madrid la misión terminó en fracaso. Más tarde, con la llegada del Canarias y la creciente ayuda italiana a Franco, la flota republicana hubo de buscar refugio, mientras que Franco pudo organizar un bloqueo con base en Palma (desde donde podía controlar todo el Mediterráneo occidental). Los republicanos se atrevieron, a pesar de todo, a hacer algunas expediciones en la primavera de 1937, pero todas ellas carecieron de éxito (como el bombardeo de Málaga en abril) e incluso llevaron a duras represalias internacionales (incidente del Deutschland). Además, durante el verano de 1937, los republicanos perdieron el Jaime I por una explosión durante su reparación en Cartagena.
En definitiva, en el tiempo que hemos tratado en este artículo vemos como la situación ha pasado de una ligera ventaja para la República a una abrumadora superioridad nacional. Tal vez no en cuanto a buques, donde la superioridad de los cruceros se compensa con la ingente flota de destructores. Pero sí, de forma clara, por la disposición de las bases navales. Por un lado, acaban por controlar la totalidad del Cantábrico, así como aseguran por completo el Estrecho. Por otro lado, Palma de Mallorca supone una seria y constante amenaza para los puertos mediterráneos republicanos. En el siguiente artículo veremos cómo se desarrolla la guerra naval hasta el final de la contienda, y algunos factores externos se explicarán en otros artículos.
Por José Manuel Moreno-Aurioles Cabezón.
Bibliografía
ALPERT, Michael, La guerra civil española en el mar, Barcelona: Crítica, 2007.
CAMPO RIZO, José Miguel, “El Mediterráneo: campo de batalla de la Guerra Civil española: la intervención naval italiana. Una primera aproximación documental”, Cuadernos de Historia Contemporánea, nº 19, 1997, pp. 55-88.
El acorazado Bismarck, “Buques de la Guerra Civil Española (1936-1939). http://www.kbismarck.com/mgl/buques.htm (Consultado el 04-05-2015).
Hemeroteca del diario ABC, http://www.hemeroteca.abc.es (consultado el 24/05/2015).
PUELL, Fernando y HUERTA, Justo A., Atlas de la Guerra Civil española, Editorial Síntesis, Madrid, 2007.
Coño, la volvi a cargar y ahora cargó bien. Se veia como aquellas paginas de los 90 con HTML Basico. Pos nada.
Dios mio tio, mira de hacerte la pagina en wordpress, tu mismo si hace falta, no es tan dificil, pero coño, la pagina se ve espantosa así, y encima es dificil de leer el texto.
[…] dejamos dicho en el anterior artículo, la actividad de la flota republicana en la primavera de 1937 tuvo consecuencias internacionales […]